Hasta la década de 1910 los cuidados para el rostro de una dama eran mínimos: un lavado con jabón de aceite de oliva, agua de rosas o de lavanda como tónicos y aceite de almendras dulces o Cold Cream para hidratar y nutrir. El maquillaje se limitaba al polvo de arroz para resaltar o fingir la blancura de la piel. Estos productos se compraban a granel en las farmacias y se despachaban en empaques sencillos, incluso en cucuruchos de papel. Para tenerlos a la mano en los tocadores se colocaban en distintos recipientes, que formaban conjuntos. El juego de tocador de la colección Arocena tiene dos frascos o perfumeros, una pomadera, una polvera y una charolita. Era importante que los juegos de tocador se hicieran con materiales que no alteraran los productos que se contenían en sus recipientes para garantizar sus propiedades. La porcelana y el vidrio eran ideales para ello.