En cuanto a los jarros de la colección Arocena, su función era contener el agua y el vino para la bebida que se serviría en la mesa durante la comida. Su considerable tamaño hace suponer que no serían utilizados directamente para escanciar la bebida a los comensales, sino que su contenido debía trasvasarse gradualmente a los decantadores utilizados con este fin. Dado que la configuración de ambos es idéntica, la figura del amorcillo que remata la tapa sostiene en un caso peces y en otro, racimos de uvas para distinguir el contenido de cada uno. La forma de estas piezas y su ornamentación responden a un criterio ecléctico inspirado en modelos de épocas pasadas, propio del historicismo que se desarrolló como tendencia prioritaria en las artes decorativas occidentales durante el siglo XIX.